Innovaciones de la Actividad Volcánica para Sostenibilidad
Descubre cómo la actividad volcánica contribuye a la sostenibilidad y al desarrollo ambiental. Explora las innovaciones que los volcanes ofrecen para un futuro más sostenible y tecnológico.
Jose Rendon


1. Introducción:
Imagínese una planicie volcánica, infinita, casi lunar en su apariencia. Bajo el tenue sol que ilumina el paisaje, las rocas basálticas—testigos pétreos de erupciones pasadas—yacen silenciosas. A simple vista, parecen formar un terreno árido, sin más interés que el de alimentar la curiosidad de geólogos e intrépidos excursionistas. Sin embargo, detrás de su semblante oscuro y poroso, los basaltos esconden una verdad sorprendente: tienen la capacidad de capturar y retener dióxido de carbono (CO₂) de manera casi permanente, literalmente transformándolo en roca. Esta posibilidad, tan real como fascinante, nos abre una puerta al futuro de la descarbonización: la mineralización del CO₂ en rocas basálticas.
La urgencia de reducir la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera es un punto focal de las discusiones globales sobre el cambio climático. Mientras proliferan las energías renovables—indispensables para abandonar el uso de combustibles fósiles—también emerge otro gran reto: ¿qué hacemos con el exceso de CO₂ que ya hemos liberado? Más aún, ¿cómo garantizar un almacenamiento energético estable para que la transición a fuentes limpias sea sostenible? La geología, a menudo vista como una ciencia tradicional, cobra hoy una relevancia inusitada, pues ofrece soluciones basadas en los principios naturales que han modelado nuestro planeta durante millones de años.
Siguiendo el rastro reflexivo y recordando la fuerza cultural, podemos imaginar que este basalto, silencioso pero elocuente, nos habla de la historia misma de la Tierra: de cómo las fuerzas volcánicas forjaron continentes y crearon la atmósfera que hoy respiramos. Es en esas rocas que la humanidad, en un giro poético del destino, encuentra un método de salvación ante una crisis climática sin precedentes. A lo largo de este texto, nos adentraremos en la petrología de basaltos y en las técnicas para aprovechar su capacidad de secuestro de carbono, además de vislumbrar cómo esta misma geología puede servir de pilar para el almacenamiento energético, el reto principal de las energías renovables.
El texto que leerá a continuación—destinado a un público amplio, desde lectores con curiosidad por las ciencias de la Tierra hasta profesionales de la geología, la ingeniería o la economía verde—busca arrojar luz sobre los aportes recientes en materia de mineralización de CO₂. Verá datos, cifras y tendencias actuales, siempre con la intención de que este conocimiento llegue con claridad pero sin perder profundidad y reflexividad. Esperamos que este relato sobre la “danza” entre rocas y carbono se convierta en un faro de inspiración y acción para todos nosotros.
2. El origen del basalto y su importancia geológica
Para entender por qué el basalto es un actor clave en la captura de carbono, conviene situarnos en la génesis de estas rocas. El basalto es una roca ígnea volcánica que se forma a partir del enfriamiento rápido de magmas, normalmente ricos en hierro y magnesio, y relativamente pobres en sílice. Lo encontramos en extensas mesetas volcánicas, en dorsales oceánicas y en muchos lugares del planeta donde han ocurrido erupciones masivas a lo largo de los siglos.
Composición química: Usualmente contiene plagioclasas, piroxenos y olivinos, junto con óxidos de hierro y magnesio. Esta combinación hace que el basalto sea más denso que otros tipos de roca volcánica como la riolita o la dacita.
Estructura porosa: Muchos basaltos presentan vesículas y fracturas que favorecen la circulación de fluidos en su interior, un aspecto fundamental para los procesos de mineralización de CO₂.
El Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS) estima que más del 70% de la corteza terrestre oceánica es basáltica. En el caso de la corteza continental, se encuentran extensas provincias ígneas de basalto, como las Traps del Decán (India) o las Columbia River Basalts (Estados Unidos), que abarcan cientos de miles de kilómetros cuadrados.
La abundancia y distribución global del basalto lo convierten en una formación geológica de gran potencial. Si a ello sumamos la capacidad de reaccionar químicamente con el CO₂ para formar minerales estables, nos hallamos ante un posible “sumidero” natural de carbono, con implicaciones directas en la lucha contra el cambio climático.
3. La magia de la mineralización: cómo el CO₂ se vuelve roca
La mineralización del dióxido de carbono—también conocida como carbonatación mineral—es un proceso natural en el que el CO₂ disuelto en agua reacciona con los minerales presentes en la roca (silicatos ricos en metales como calcio, magnesio o hierro) para formar carbonatos estables como la calcita, la magnesita o la siderita. Este fenómeno no es nuevo; de hecho, ha sucedido de manera espontánea en diferentes regiones geotérmicas y volcánicas. Sin embargo, la novedad radica en que ahora los científicos proponen acelerar y controlar estos procesos para capturar grandes volúmenes de CO₂ emitido por actividades industriales y otras fuentes humanas.
3.1. El papel de la inyección de CO₂ en soluciones acuosas
Distintos proyectos han demostrado que la inyección de CO₂ en fase supercrítica o disuelto en agua dentro de formaciones basálticas puede resultar en una rápida mineralización. Un caso emblemático es el proyecto CarbFix en Islandia, donde se ha inyectado CO₂ mezclado con agua en un acuífero basáltico. De acuerdo con datos publicados en 2020 en la revista Science, se ha observado que más del 80% del CO₂ inyectado se transformó en minerales de carbonato en menos de dos años, una velocidad mucho mayor a la esperada por modelos iniciales.
3.2. Reacciones geoquímicas involucradas
En términos simplificados, el proceso implica los siguientes pasos:
Disolución del CO₂ en agua: Se forma ácido carbónico (H₂CO₃).
Interacción ácido-roca: El ácido carbónico reacciona con los minerales del basalto (por ejemplo, olivino rico en magnesio) disolviendo cationes como Mg²⁺, Fe²⁺ y Ca²⁺.
Precipitación de carbonatos: A medida que se liberan estos cationes, el bicarbonato (HCO₃⁻) contenido en la solución reacciona para formar carbonatos estables como magnesita (MgCO₃) o siderita (FeCO₃).
Este proceso libera protones (H⁺) que, a su vez, pueden atacar más minerales basálticos, generando una reacción en cadena que acelera la captura permanente de CO₂. El resultado final es la formación de rocas carbonatadas que sellan el dióxido de carbono durante periodos de tiempo geológicamente relevantes—miles o incluso millones de años.
4. Datos y cifras: ¿cuánto CO₂ podríamos capturar con basalto?
La pregunta inevitable es: ¿qué tan grande es el potencial de capturar CO₂ en rocas basálticas? Aunque las estimaciones varían según fuentes y metodologías de modelación, varios estudios coinciden en que la capacidad es gigantesca:
Estudio de la Universidad de Columbia (2016): Estimó que las formaciones basálticas en el norte del estado de Washington y en Oregón (EE. UU.) podrían almacenar hasta 100 gigatoneladas (Gt) de CO₂, equivalentes a varias décadas de emisiones de las centrales eléctricas de la región.
Proyecto CarbFix (Islandia): Según reportes de 2021, Islandia podría inyectar en su subsuelo hasta 2-3 millones de toneladas anuales de CO₂ una vez que el proyecto alcance su máxima escala, capturando así emisiones provenientes no solo de la isla sino de otras industrias europeas, usando barcos o tuberías de transporte de CO₂ licuado.
Investigaciones de la Universidad de Southampton (Reino Unido, 2022): Concluyen que las dorsales oceánicas, donde abundan las rocas basálticas recién formadas, también podrían usarse para almacenar de forma segura grandes cantidades de dióxido de carbono, aunque la ingeniería de inyección en zonas submarinas sigue representando un desafío logístico y económico.
A escala global, se ha sugerido que la capacidad total de los basaltos para mineralizar el CO₂ supera las 10.000 gigatoneladas. Si consideramos que las emisiones anuales de CO₂ de origen humano rondan los 36 Gt (dato de 2021 del Global Carbon Project), el almacenamiento en basalto se perfila como una pieza crucial, aunque no única, para enfrentar el cambio climático a largo plazo.
5. Ventajas y desafíos de la mineralización en basalto
Como todo proceso geotécnico a gran escala, la inyección de CO₂ en formaciones basálticas conlleva beneficios, pero también retos:
5.1. Ventajas
Estabilidad a largo plazo: Una vez que el CO₂ se mineraliza, se convierte en parte de la roca. Esto reduce notablemente el riesgo de fugas, a diferencia de otros métodos de almacenamiento como la inyección en yacimientos de petróleo o gas agotados, donde el CO₂ podría migrar si hay fallas en los sellos.
Velocidad de la reacción: Diversos experimentos han demostrado que la mineralización puede ocurrir en un lapso relativamente corto—años o incluso meses—gracias a la reactividad del basalto y a las condiciones adecuadas de presión y temperatura.
Abundancia de formaciones basálticas: El basalto se encuentra en múltiples regiones del planeta, ampliando el potencial de aplicar la técnica cerca de fuentes emisoras de CO₂.
5.2. Desafíos
Costos de infraestructura: La captación y transporte de CO₂ hasta los lugares de inyección requieren inversión significativa. Los procesos de captura en origen (industria, plantas de energía) también tienen un costo energético adicional, aunque se espera que avances tecnológicos reduzcan estos costos.
Monitoreo y certificación: Para garantizar la seguridad y la eficacia a largo plazo, es necesario un programa de seguimiento que asegure que el CO₂ inyectado permanezca en el subsuelo y que no genere efectos adversos en acuíferos de agua dulce.
Adecuada caracterización geológica: No todos los basaltos son igualmente propicios. Se requiere un mapeo detallado de la porosidad, permeabilidad y disposición estructural (fallas, fracturas) para seleccionar los sitios de inyección más adecuados.
6. Perspectivas de la geología para el almacenamiento de energías renovables
La relevancia de la geología no se limita únicamente al secuestro de carbono. En un planeta que transita hacia energías renovables—eólica, solar, geotérmica, entre otras—el almacenamiento energético se convierte en un eslabón crítico. Las fuentes renovables son intermitentes: el viento y el sol no obedecen nuestras necesidades de carga eléctrica. Por lo tanto, se necesitan sistemas de almacenamiento que garanticen un suministro estable.
Como se ha esbozado en publicaciones anteriores y enfatizado en informes de la Agencia Internacional de Energía (IEA), el almacenamiento en formaciones subterráneas puede ser clave. Algunas de las tecnologías más prometedoras que involucran directamente a la geología incluyen:
Almacenamiento de hidrógeno en cavernas salinas: Se está evaluando la posibilidad de usar cavidades en formaciones salinas para inyectar hidrógeno producido a partir de energías renovables, liberándolo después para generar electricidad cuando la demanda se eleva.
Almacenamiento de aire comprimido (CAES): Como ya se ha probado en Alemania y Estados Unidos, grandes cavernas naturales o minas subterráneas sirven para almacenar aire a alta presión. Cuando la red lo requiere, el aire se libera para impulsar turbinas.
Acumulación hidroeléctrica por bombeo en minas abandonadas: Se adaptan antiguas minas para almacenar agua en diferentes niveles; en momentos de exceso de energía renovable, se bombea agua a cotas más altas y, cuando hay déficit, se deja caer el agua para generar electricidad.
La relación entre la captura de CO₂ en basalto y el almacenamiento de energía puede parecer, a primera vista, tangencial. Sin embargo, ambas tecnologías se basan en la geología como pilar de sostenibilidad. Un mundo futuro con reducidas emisiones de carbono y un sistema de energías renovables robusto no es posible sin comprender la Tierra, sus estructuras y sus mecanismos naturales de transformación.
7. Historias de campo y testimonios científicos
Para otorgar un matiz más humano a esta historia, veamos algunos ejemplos y voces de científicos que han dedicado su vida a investigar la mineralización de CO₂ en basalto. Sus experiencias ofrecen una visión práctica de los avances y obstáculos encontrados.
7.1. El testimonio del Dr. Sigurdur Gislason (Islandia)
El Dr. Gislason, parte del equipo inicial del proyecto CarbFix, recuerda cómo en 2007 la idea de inyectar CO₂ en basalto para transformarlo en piedra sonaba casi utópica. “Muchos colegas se mostraban escépticos”, confesó en una conferencia de 2019 en la Universidad de Reikiavik. “Decían que el proceso de mineralización llevaría cientos de años y que no sería viable a escala industrial”. Sin embargo, los resultados sorprendieron incluso a los más optimistas, mostrando una mineralización acelerada gracias a la alta permeabilidad y reactividad del basalto islandés. Para 2020, se habían inyectado más de 70.000 toneladas de CO₂ en el subsuelo, un paso firme hacia la consolidación de este método.
7.2. Voces desde el noroeste del Pacífico (Estados Unidos)
En la región de Columbia River Basalts, varios equipos interdisciplinarios—geólogos, ingenieros y expertos en políticas energéticas—trabajan en prototipos de inyección a distinta escala. La Dra. Elizabeth Markham, geóloga de la Universidad Estatal de Oregón, ha publicado recientemente un artículo en Geochemistry, Geophysics, Geosystems (2022) donde documenta experimentos de laboratorio que muestran altas tasas de reacción entre CO₂ y basaltos locales. Markham estima que con solo inyectar en un 1% del volumen total de basalto de la región, podría capturarse hasta un gigatón de CO₂ en un plazo de 10-15 años. No obstante, subraya la necesidad de un marco regulatorio claro, financiamiento estable y la aceptación de la comunidad para llevar estos proyectos a gran escala.
8. Conexión con el contexto social y cultural
Sería un error creer que la discusión sobre el secuestro de CO₂ en basalto se limita a laboratorios y foros científicos. Varios pueblos y comunidades que habitan regiones volcánicas mantienen una relación cultural con el basalto que se remonta a tiempos inmemoriales. Por ejemplo, en Hawái, donde también se estudian métodos de mineralización de CO₂, la roca basáltica tiene un significado sagrado: representa la voz de Pele, la diosa del volcán. Asimismo, en la región andina, las coladas basálticas son parte integral de la historia geológica y cultural de poblaciones que ven en estos paisajes un símbolo de continuidad y resiliencia.
Recoger la perspectiva de estas comunidades y vincularlas a la ciencia y la tecnología no solo es un gesto de respeto, sino una estrategia fundamental para el éxito de cualquier proyecto de inyección de CO₂. Sin la confianza de la gente local, sin la comprensión de su arraigo al territorio, los grandes planes geotécnicos podrían encallar en conflictos sociales. La historia, nos recuerda que no hay progreso auténtico si no se conjuga la razón con el alma de la cultura y la memoria.
9. Implicaciones para la lucha contra el cambio climático
El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), en sus informes más recientes (2021-2022), subraya la urgencia de reducir drásticamente las emisiones de CO₂ a la atmósfera y, al mismo tiempo, la necesidad de extraer parte del dióxido de carbono ya presente. De no hacerlo, incluso si la transición a las energías renovables se vuelve vertiginosa, el calentamiento global podría superar los 1,5 °C con efectos catastróficos.
El secuestro geológico de CO₂, especialmente en rocas basálticas, se perfila como una tecnología de emisiones negativas. De acuerdo con la Agencia Internacional de Energía (IEA), para 2050 podrían requerirse entre 1 y 2 Gt de captura de carbono anual para cumplir los objetivos del Acuerdo de París, y gran parte de ese volumen tendría que almacenarse a largo plazo. La mineralización en basalto ofrece justamente esta promesa de permanencia y estabilidad, aunque todavía se enfrenta a los desafíos económicos y de escalabilidad ya mencionados.
10. El potencial viral y el llamado a la acción
En un escenario donde el cambio climático parece un problema apabullante y las narrativas pesimistas abundan, la idea de que la misma Tierra nos brinda los medios para revertir el daño resulta inspiradora. Esta mezcla de ciencia, esperanza y urgencia conecta con la audiencia global, hastiada de malas noticias y deseosa de soluciones creativas y tangibles.
10.1. Recomendaciones de comunicación
Narrar historias humanas: Como se ha planteado, entrevistas y anécdotas de científicos y comunidades locales dan vida a la información técnica.
Visualizaciones: Infografías que muestren el proceso químico de la mineralización o mapas de las regiones basálticas con mayor potencial logran impactar al público.
Cifras claras: Presentar datos como “Islandia puede mineralizar 70.000 toneladas de CO₂ al año” o “Los basaltos de Columbia pueden almacenar 100 Gt de CO₂” aporta credibilidad.
Enfoque práctico: Explicar por qué esto importa y cómo puede implementarse: qué pasos concretos se necesitan a nivel político, económico y social.
Invitar a la acción: Sumar enlaces a peticiones, foros o proyectos de investigación que necesiten apoyo o difusión.
11. Más allá del CO₂: el vínculo con la economía circular y la ciencia de materiales
La captura de CO₂ en basalto no es un proyecto aislado; se integra en un tejido más amplio de iniciativas que buscan un cambio de paradigma económico. La idea de una economía circular, en la que los residuos de una industria se convierten en recursos para otra, también aplica al dióxido de carbono. Cada vez más, compañías y laboratorios exploran la posibilidad de utilizar el CO₂ capturado para fabricar materiales de construcción—por ejemplo, bloques de cemento con inyección de CO₂—o para fines industriales que, de alguna manera, lo fijen de forma estable.
Adicionalmente, la investigación en materiales geopoliméricos abre la puerta a integrar subproductos de la mineralización en procesos como la construcción de carreteras, la fabricación de concreto y la recuperación de suelos. La sinergia entre geología y ciencia de materiales demuestra que la mente humana, con suficiente voluntad, puede convertir un gas que consideramos “desperdicio” en una piedra que refuerza infraestructuras y al mismo tiempo protege el clima.
12. El horizonte: un canto de esperanza geológica
Volvamos por un momento al páramo basáltico imaginario con el que iniciamos este viaje. Entre las fisuras y rugosidades de la roca, se esconde la promesa de un mundo en el que la humanidad logre armonizar tecnología y naturaleza, capturando el CO₂ que tanto nos asfixia para sellarlo en un confinamiento rocoso casi eterno. El basalto, testigo de erupciones ancestrales, participaría en la alquimia moderna, transformando un contaminante en una roca estable, como si la Tierra nos hubiese preparado desde el principio para corregir nuestros propios excesos.
La pregunta es, ¿estamos preparados para aprovechar esa oportunidad? La ciencia está ahí. Los datos, las tecnologías piloto y los éxitos iniciales en Islandia y otras partes del mundo nos dan un atisbo de lo que podría lograrse si se invierte tiempo, recursos y voluntad política en escalar la mineralización de CO₂. Pero, como en toda gran empresa humana, hace falta un impulso colectivo, un renacer de la conciencia que reconozca el valor de lo geológico y abrace la Tierra como aliada, no como fuente inagotable de recursos a explotar.
13. Conclusiones: una alianza entre el subsuelo y el cielo
La captura de carbono en rocas basálticas se perfila como una de las soluciones más prometedoras para combatir el cambio climático y enfrentar el principal reto de las energías renovables: el almacenamiento, ya sea de CO₂ o de energía para la red eléctrica. Sin duda, no es la varita mágica que resolverá por sí sola todos nuestros problemas medioambientales, pero sí una gran aliada si se integra adecuadamente a las estrategias de descarbonización y transición energética. Como toda tecnología emergente, requiere de inversiones, investigación, voluntad política y, sobre todo, de la participación activa de la sociedad civil para su correcta implementación.
Este breve—o quizá largo—relato busca trascender la mera enumeración de datos científicos y sumergirnos en la fibra cultural y ética que late detrás de la solución: un reencuentro con la Tierra y su legado volcánico. Al transformar el CO₂ en minerales, estamos cerrando un círculo natural, devolviendo al subsuelo parte de lo que extrajimos y liberamos de forma indiscriminada. Al mismo tiempo, reconocemos en la geología un camino para sostener la revolución de las energías renovables, almacenando energía y protegiendo el clima a través de la sabiduría pétrea que forjó continentes.
Porque a fin de cuentas, el basalto—negro, denso, a veces inhóspito—nos brinda una enseñanza clara: en sus poros y reacciones hay un susurro de transformación y esperanza.
Bibliografía y referencias consultadas
CarbFix. (2020). Rapid carbon mineralization for permanent storage. Proyecto en Islandia.
Dr. Sigurdur Gislason. (2019). Conferencia en la Universidad de Reikiavik, Islandia.
Global Carbon Project. (2021). Carbon Budget and Trends.
Agencia Internacional de Energía (IEA). (2022). CO₂ Capture and Storage Scenarios.
Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC). (2021-2022). Sixth Assessment Report.
Markham, E., & colaboradores (2022). Mineralization Rates in Columbia River Basalts. En Geochemistry, Geophysics, Geosystems.
Universidad de Columbia. (2016). Basalt Formations as Carbon Storage Reservoirs: Potential in the Pacific Northwest.
Universidad de Southampton. (2022). Investigaciones sobre dorsales oceánicas y almacenamiento de CO₂.
Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS). Base de datos de rocas y formaciones basálticas (2020).
Science. (2020). Carbon Mineralization in Basaltic Aquifers: CarbFix Pilot Results.
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